Sabemos que el significado del acrónimo «nini» refiere a los jóvenes que «ni estudian ni trabajan». Daniel Téllez Velasco, en su artículo Jóvenes nini y profesionistas titi: la estratificación letrada del desempleo, retoma que:
Riva Palacio (17 de febrero de 2010) seÒala que el acrónimo nini fue acuÒado por sociólogos espaÒoles y hace referencia a jóvenes de entre 18 y 34 aÒos cuyo rasgo distintivo es que ni tienen acceso a la educación ni al trabajo formal. Bastidas Colinas (8 de diciembre de 2009) hace hincapié en la condición marginalizada de dichos jóvenes cuando menciona: ?[…] son jóvenes que aplican a trabajo y a universidades. Que hacen filas, que llenan formularios, que acuden a entrevistas, a exámenes, a oposiciones, a concursos, pero que sólo reciben negativas’. Sotelo (4 de abril de 2010), columnista del diario El Paso, relata que el acrónimo nini se publicó por primera vez en el diario espaÒol El País en una nota titulada: ?Generación ni-ni: ni estudia, ni trabaja’. Esta columnista propone dos categorías de nini: los temporales y los permanentes.
Este concepto, remite a un contexto social y laboral, y hace referencia al acceso a oportunidades de desarrollo educativo, sin embargo, este término ha sido acuÒado por distintos actores y grupos sociales para reafirmar un estigma sobre jóvenes en situación de desempleo, sobre poblaciones vulnerables que son vistas como carentes de sentido crítico y con poco interés de ocuparse por su situación laboral y su futuro.
En primera instancia, el término nini denota una aseveración de carácter normativo: Jóvenes que ni estudian ni trabajan. La Real Academia de la Lengua EspaÒola define «ni», como una conjunción que se utiliza para coordinar de manera aditiva vocablos o frases que denotan negación, precedida o seguida de otra u otras igualmente negativas. Por ejemplo: «No como ni duermo», «ni lo sé ni quiero saberlo».
Esta negación de una actividad las coloca como opciones interrelacionadas una de la otra, donde en consecuencia remite entre líneas a que todas las personas jóvenes deberían de encontrarse realizando, al menos, una de las dos alternativas: estudiar o trabajar.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha definido a la juventud como la etapa que comienza a los 15 y se prolonga hasta los 25 aÒos de vida de todo ser humano, no obstante, no existen límites precisos al respecto, ya que el término tiene matices culturales dependiendo del contexto y la intención con la que pretenda ser usado. Debates actuales sobre el término juventud, develan la pertinencia de analizar el concepto de forma compleja, estudiosos del tema proponen el uso del término juventudes el cual, implica la transformación de concepciones conservadores y funcionalistas hacia versiones más integrales y progresistas respecto de un mundo juvenil complejo (Duarte, 2000).
Por otro lado, el término trabajo es tan amplio y complejo como el de juventud:
El trabajo como relación social expresa determinadas relaciones de poder. Desde la década de los noventa, bajo la denominación estudios del Trabajo, se han englobado las reflexiones de disciplinas como la Sociología del Trabajo, los estudios sobre movimiento obrero, la Economía del Trabajo, las Relaciones Industriales, los estudios históricos, la Sociología del Empleo, los estudios con perspectiva de género, por mencionar algunas de las disciplinas y enfoques que han pretendido ser abarcadas y que estudian el fenómeno trabajo, desde diversas perspectivas y enfoques (De la Garza, 2000).
Finalmente en términos generales, la diferenciación entre el trabajo remunerado y el no remunerado es la forma más común de diferenciación, sin embargo, diversos debates sobre el término, intentan definir la diferencia entre trabajo y empleo, entiendo al primero como las actividades que engloba no solo el obtener un bien monetario, incluye el trabajo doméstico, el voluntariado, entre otras actividades.
En consecuencia, el término nini manifiesta en dos sencillas oraciones, la complejidad del fenómeno del desempleo. Sin embargo, lo grave del asunto, es que este concepto se ha utilizado y manipulado para reducir y minimizar una problemática social emergente, encapsulando en cuatro sencillas letras a todas y todos los jóvenes que se encuentran inmersos en el grave problema del desempleo y la precarización. El término nini, ha servido a diferentes sujetos de poder para la reafirmación de los estigmas sociales sobre las y los jóvenes en el centro de una sociedad adultocéntrica y, con ello, deslindar responsabilidades del Estado y de todas aquellas personas e instituciones que se encuentran inmersos en el problema.
En el estigma, los sujetos adquieren una identidad social que es la categoría en la que se encuentran los rasgos y atributos reales que poseen, pero también una identidad virtual que es el prototipo de sujeto para cada categoría. (Fonseca, 2005). En esta sociedad en la cual se conceptualiza y valoriza la edad y la experiencia como factores inherentes a la «verdad» y la «razón», los atributos virtuales asignados a las y los jóvenes como personas desobligadas, irresponsables, incapaces de decidir por su futuro y carentes de sentido crítico, acallan los rasgos reales que cada uno de ellos poseen.
Ejemplo de esto queda de manifiesto en una nota periodística que lleva por título «Ninis” son un caldo de cultivo para la violencia» escrita por Jody Garcia, para el diario de La hora, de Guatemala:
El problema de los NINIS radica en que toda su energía y tiempo libre se concentra en actividades fuera de la educación o el trabajo. Esto implica problemas graves para la sociedad pues, este grupo se convierte en una población vulnerable para ser captada por la delincuencia organizada, pandillas o se condena a vivir en el umbral de la pobreza.
La Aseveración anterior simplifica de manera magistral el fenómeno del desempleo. Minimiza la responsabilidad del Estado en relación a la garantía de oportunidades; de las entidades educativas y académicas; así como la iniciativa privada y las instituciones que brindan la oferta laboral. El desempleo, se inserta en un entramado complejo de actores e instituciones sociales y políticas.
Reflexión final
Los seres humanos somos capaces de influenciar la mentalidad de la personas, podemos controlar indirectamente algunas de sus acciones, aquellos grupos que controlan los discursos tiene la oportunidad de controlar las mentes y las acciones de los otros. (Van Dijk, 1995)
Si bien, el uso de los términos puede ser normativo, coercitivo y de segregación, de igual forma pueden ser detonadores de reconocimiento y servir para revelarse hacia aquellos discursos dominantes que buscan acallar las voces de los oprimidos o las minorarías sociales. Los términos pueden apropiarse y modificarse, de igual forma puede servir para el propio reconocimiento de grupos sociales oprimidos y segregados. Un ejemplo de ello es la mencionada marcha de las putas, en la cual el término «puta», es utilizado como estandarte de una lucha contra el sistema hegemónico masculino.
En la pasada manifestación del 8 de febrero del presente aÒo en contra del alza de la tarifa del transporte público en San Luis Potosí, entre los gritos de repudio que la población expresó en contra de los diputados, el gobierno y los permisionarios del transporte, el grito de una joven sobresalió durante las primeras horas de la manifestación: «Sí, somos ‘ninis’: ni nos vendemos, ni somos ladrones; como los diputados”, dicha expresión género en ese momento, los aplausos y ovaciones entre los manifestantes.
Elaboró: Claudia Leticia Hernández Hernández
Referencias:
Bastidas Colinas, S. (8 de diciembre de 2009). El problema de los Ni Nis. El País.
Recuperado de: http://elpais.com/elpais/2009/12/08/opinion/1260265139_850215.html
Callejas Fonseca, L. & PiÒa Mendoza, C. (nov.-dic. 2005). La estigmatización social como factor fundamental de la disciminacion juvenil.
El Cotidiano, 21(134), 64-70.
Duarte, K.(2000). ¿Juventud y juventudes? Acerca de cómo mirar y remirar a las juventudes en nuestro continente.
Revista ⁄ltima Década, 8(13), 59-77.
Recuperado de: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-22362000000200004
Riva Palacio, R. (17 de febrero de 2010). La generación perdida. El País.
Recuperado de: http://www.elpais. com/articulo/internacional/generacion/perdida/ elpepuint/20100217elpepuint_7/Tes
Téllez, D. (2005). Jóvenes nini y profesionistas titi: la estratificación letrada del desempleo.
El Cotidiano (169), 83-96.
Recuperado de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32519776009