Ha transcurrido medio siglo y aun es motor para que jóvenes junto a dirigentes del movimiento estudiantil de 1968 salgan a las calles a alzar la voz para exigir justicia por los dolorosos acontecimientos de aquella noche del 2 de Octubre en Tlatelolco.
Año tras año, estudiantes de educación media superior y superior marchan para mantener en la memoria colectiva, el día en que el Estado Mexicano utilizó las fuerzas castrenses para reprimir a la población: ejecutó, torturó y desapareció personas, principalmente jóvenes que formaban parte del movimiento estudiantil.
Mantener en la memoria estos acontecimientos es una lucha permanente contra el olvido de una historia colectiva de violencia y represión, pero ¿por qué recordar una historia tan dolorosa?
Apropiarse de la memoria histórica es un proceso social de vital importancia, a tal grado que puede evitar que las agresiones y las violaciones a los derechos humanos vuelvan a ocurrir: al no dejar en el olvido a quienes fueron y siguen siendo víctimas de un poder que no dudó en borrarlos o eliminarlos cuando representaron un obstáculo o peligro para el proyecto de nación de los gobernantes en turno, para quienes intentaron mostrar un México moderno, a la altura del primer mundo, donde las huelgas no tienen lugar, pues el ser anfitrión de un evento internacional como Los Juegos Olímpicos no era compatible con las protestas sociales de jóvenes estudiantes simpatizantes del comunismo en plena Guerra Fría.
Por ello, a quienes marcharon y sobrevivieron a la matanza del 2 de octubre a manos del Ejército Mexicano en La Plaza de Las Tres Culturas hace 50 años, se les han sumado las nuevas generaciones de estudiantes reforzando la lucha que abandera los derechos a la verdad, la memoria y la justicia.
El derecho a la verdad es: “el derecho que asiste a las víctimas de violaciones […] de derechos humanos, así como a sus familias, […] de conocer la verdad sobre esas violaciones, en particular la identidad de los autores y las causas, los hechos y las circunstancias relacionados con ellas”[1]. También Louis Joinet, relator especial del Comité de derechos humanos de la ONU, señala que “el derecho de saber es también un derecho colectivo que tiene su origen en la historia para evitar que en el futuro las violaciones se reproduzcan”[2].
Si bien, los responsables de la orden de “la matanza de Tlatelolco” ya son conocidos (el fallecido ex presidente Gustavo Díaz Ordaz y su secretario de gobernación Luis Echeverría Álvarez), el número de personas detenidas y desaparecidas sigue indeterminado. Por lo que el derecho a la verdad sigue siendo una exigencia vigente, tan vigente como el caso de Ayotzinapa, donde 43 estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” en Guerrero, fueron víctimas de desaparición forzada perpetrada por el Estado mexicano la noche del 26 de septiembre de 2014.
Ambos hechos indignaron no solo a la población mexicana, sino también a la comunidad internacional, no podía ser posible que en una noche 43 jóvenes simplemente desaparecieran, además de decir a sus familias “Ya supérenlo”, dejándoles en el olvido, viviendo en la opacidad de la incertidumbre de saber si continúan con vida o si ya han sido ejecutados por las fuerzas del Estado.
El derecho a la verdad no puede ser entendido de forma separada a los derechos a la memoria y a la justicia. El derecho a la memoria se refiere a esa memoria histórica que se transmite y comparte colectivamente en un ejercicio de diálogo intergeneracional, donde personas jóvenes, adultas y adultas mayores se reconozcan atravesadas una historia que si se le permite, forma parte de su identidad.
La memoria mantiene viva la exigencia del derecho a la justicia, busca no solo conocer la verdad, sino también castigo a los culpables, la restauración del daño y sobre todo la construcción de medidas que garanticen la no repetición de los hechos.
La lucha del 2 de Octubre en Tlatelolco se reconoce y entra en diálogo con la lucha del 26 de Septiembre de Ayotzinapa, se abrazan y se ayudan para tomar fuerza y continuar pugnando por el derecho a la justicia mientras se exclama ¡2 de Octubre no se olvida! Acompañado de un ¡Hasta encontrarlos! Porque ¡Vivos se los llevaron y vivos los queremos!