«Ninguna institución social produce un discurso neutro sobre la juventud, todas llevan implícitas elementos valorativos de las distintas perspectivas analizadas. Es importante tener en cuenta que los discursos de las diferentes instituciones se cruzan, se complementan y se contradicen unos a otros y que las contradicciones o afinidades que surgen de este proceso se ven reflejadas también en la forma en que las personas jóvenes concretas construyen su propia definición y/o vivencia de lo juvenil. Todos estos discursos institucionales compiten de diversas formas entre sí por establecer su hegemonía en la definición del «deber ser» o en la explicación de la juventud.»

Lydia Alpizar y Marina Bernal
La Construcción Social de las Juventudes

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Hace no más de una década, las políticas dirigidas a la población joven y las políticas públicas en torno al deporte eran emitidas desde un mismo instituto. En el 2002 se crea al Instituto Potosino de la Juventud como un organismo público descentralizado, lo que dio como resultado una sana separación entre dos ámbitos que, dada su naturaleza, se convirtieron en un obstáculo mutuo para la formulación de políticas públicas eficaces y eficientes.

El lazo entre la juventud y el deporte fue tan dominante en décadas anteriores que parecía verse como algo cotidiano, normal, consecuente y casi natural; generando la tradicional formulación de ecuaciones reduccionistas que giraban en torno al deporte, como la primordial y fundamental manera de atender a la juventud; y a la juventud, como el principal beneficiario del deporte. Este fue un paradigma dominante para el ámbito gubernamental que se vio reflejado en la organización y administración pública a través de sus instituciones.
Esta ruptura de paradigma que se manifestó en la separación institucional, representó un gran – pero quizá tardío – avance. La creación de un instituto que se especializara en la política pública en materia de juventud y en la atención de sus demandas, dio como resultado un enfrentamiento entre la realidad de la población joven y las intenciones del Instituto.
Diversas perspectivas en torno a las juventudes son las que hacen actuar a las instituciones – no solo a las gubernamentales, si no a las públicas –; estas perspectivas han buscado explicar a la población joven desde un particular punto de vista; este tema ha sido muy discutido, pero no por eso agotado.

Pero a lo que queremos prestar principal atención en esta ocasión, es a un nuevo estancamiento en el que se encuentra el INPOJUVE. Aún permea la idea de LA JUVENTUD y no la de LAS JUVENTUDES; y aún el asistencialismo está por encima de la formulación de políticas públicas integrales.

Partimos del hecho de que las y los jóvenes no somos un grupo homogéneo definido por la edad o por características psicobiológicas; la oferta de programas y acciones encaminadas por el Instituto para la “atención” de la población joven, reflejan una visión que refuerza esta perspectiva reduccionista sobre las y los jóvenes.
¿Por qué no pensar en juventudes, antes que en juventud? ¿Por qué no pensar en un Instituto Potosino de las Juventudes? Esto, en principio, amplía la perspectiva. No es un asunto únicamente gramatical, más bien es un asunto de reconocimiento. Por otro lado, en cuanto a necesidades, oportunidades y formas de ver el mundo, no es lo mismo hablar de un hombre de 23 aÒos, que vive en una colonia popular, padre de dos hijos, que trabaja como mecánico y estudia por las noches; que hablar de un hombre de 23 aÒos, que vive en el centro de la ciudad, soltero, sin hijos, que estudia y por las tardes se dedica a la música.

Queremos hacer el énfasis en que esto no es un asunto de clase, sino de un cúmulo de factores económicos, sociales, políticos y culturales que no estaría de más conocer. Los programas, proyectos y políticas implementadas, tendrían que estar pensadas desde las particularidades de las juventudes, desde los grupos de pertenencia, desde las realidades y lógicas locales; lo que significaría, en gran medida, que la forma de operar del Instituto tenga que cambiar, pues esto implica que no sean las y los jóvenes quienes se acerquen a él o esperen un espacio en el que la fórmula tradicional de hablar de “prevención” llegue a reproducirse nuevamente a las comunidades y colonias; sino que implica que las políticas públicas sean las que se logren insertar en comunidades y localidades atendiendo las lógicas, necesidades y realidades internas. Esto requiere, un proceso y esfuerzo interinstitucional orquestado, si se desea, por el INPOJUVE.

En el ideal de los casos, es sano pensar en un Instituto Potosino de la Juventud que detone procesos de articulación institucional, que alimente, fomente, detone y de seguimiento a procesos de investigación en materia de juventud en el estado; que se separe del esquema de políticas asistencialistas, que le entre a la presión con otras instancias y se atreva a pensar en nuevas estrategias que garanticen los derechos fundamentales de las y los jóvenes. Pero para esto, se requiere un cambio de paradigma.

Estamos en un momento coyuntural, recientemente, la Ley de este Instituto fue abrogada como resultado de la reciente aprobación de la Ley de la Persona Joven para el estado de San Luis Potosí; esta última no representa la panacea para dicho estancamiento, pero lo que sí hace, es que dota de facultades, atribuciones y obligaciones a una serie de instancias públicas para la formulación, implementación y evaluación de políticas públicas. Y es de ahí, es justo en ese lugar, donde el INPOJUVE puede aprovechar el momento y comenzar a cambiar su perspectiva.

Elaboró: Sofía Córdova