Cambiar la mirada: hacia una connotación positiva de las juventudes
En México, las personas que tienen entre 15 y 19 años de edad representan el 26% de la población total del país, según datos del censo de población y vivienda 2010, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2010).
Sin embargo, no es solo por su preponderancia demográfica que el tema de juventudes ha sido considerado prioritario para el interés público e institucional en las últimas décadas. Es gracias a fenómenos mundiales como el pensamiento postmoderno, la globalización de las culturas y el auge de la sociedad de la información, que se ha configurado un panorama de grandes cambios y retos en todas las sociedades: la relativización de los valores universales, la virtualización de las relaciones interpersonales, y la saturación de información sin llegar al conocimiento, son solo una muestra de las transformaciones que han generado a su vez, grandes problemáticas: la violencia entre las más acuciantes.
En nuestro país como en Iberoamérica, los y las jóvenes se han visto como una estrategia para alentar el progreso de las naciones y revertir la fragmentación de las principales instituciones sociales. La juventud como un proceso de “fermentación” de los seres humanos en “agentes sociales” competentes, esencial para la reproducción de cualquier sociedad (Brito, 2002). Alrededor de este grupo existen un sinfín de concepciones, representaciones, y acepciones, pero sobre todo, expectativas: los y las jóvenes son el “futuro prometedor” en el que muchos deben creer.
En concordancia con lo señalado, surgen diversas propuestas de inversión en materia de juventudes. Los ya no jóvenes hacen preguntas buscando que los jóvenes las contesten y quieren una juventud de acuerdo a lo que a ellos les parece (Mujica, 2013) en la búsqueda por conservar su papel de paternalismo y asistencialismo institucional, se señalan a las juventudes como el problema y solución a la vez. Se habla de problemáticas de exclusión social, poblaciones vulnerables, desempleo, etc. sin duda problemáticas reales, pero que colocan a las juventudes como el foco rojo de atención, generando sociedades que atacan a los jóvenes con el pretexto de las condiciones de precariedad por las que están atravesando. Ahora bien, existe en todo fenómeno una relación dialéctica entre creador y creación, así mismo, existe una compleja relación dialéctica entre las juventudes existentes, y lo que el estado y la sociedad cree y espera de ellas. Si partimos de la premisa de que la juventud es una construcción histórica que responde a condiciones sociales específicas (ibíd.) y que el individuo es a la vez producido por las relaciones sociales a partir de otros y productor de otros, como de su propia identidad (Taracena, 2010), se retoma esta relación interdependiente, como dos alternativas de posicionarse ante las juventudes. Una de ellas sugiere entender y asumir la tarea de empoderar a las juventudes para que logren satisfactoriamente su transición hacia la adultez y con ello la ocupación de nuevos roles y status sociales. Y la otra como una perpetuación de ataques a las juventudes debido a las precariedades a las que están expuestas y de las que solo podrán salir con la ayuda asistencialista del estado.
La primera alternativa, puede lograrse re conceptualizando las imágenes culturales alrededor de los y las jóvenes, es decir, el conjunto de atributos ideológicos y simbólicos asignados y/o apropiados para cada sujeto, como señala Carles Feixa “Las formas mediante las cuales cada sociedad conceptualiza las fronteras y los pasos entre las distintas edades son un indicio para reflexionar sobre las transformaciones de sus formas de vida y valores básicos” (Feixa, 2003). Con esta explicación no se intenta dejar de lado otras problemáticas inherentes al tema de juventudes y otros agentes responsables en materia de cambio, ni se intenta asumir una postura ingenua sobre como aportar soluciones al tema de juventudes. Se apunta por comenzar modificando las concepciones que se han construido alrededor de los y las jóvenes, entendiendo que para que crean en sí mismos y se conciban como personas capaces, hay que concebirlas como tales. Un escenario idóneo para realizar estos cambios, es la escuela y el programa Construye-T que está por arrancar en los bachilleratos, como facilitadores y promotores del programa es necesario asumir desde un principio una perspectiva más holística de los fenómenos con los que nos encontraremos.
Referencias bibliográficas
Brito, L., R., “Identidades juveniles y praxis divergente; acerca de la conceptualización de juventud”, en Nateras, D., A., (2002). Jóvenes, culturas e identidades urbanas. Universidad Autónoma Metropolitana, México.
Feixa, C. (2003). Del reloj de arena al reloj digital. Sobre las temporalidades juveniles. Ventana Central: Aportes a la investigación en juventud. Revista de estudios sobre juventud, año 7, núm. 19. Pp.6-27 México, D.F. recuperado de:
Del reloj de arena al reloj digital
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2010). Censo de Población y Vivienda 2010, recuperado de:
Taracena, R., E., (2010). Hacia una caracterización psico-social del fenómeno de callejerización. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales y el Cine, vol. 8, núm. 1, pp- 393-409. Recuperado de: Hacia una caracterización psico-social del fenómeno de callejerización
Organización Iberoamericana de Juventud. (2013). Bitácora. Memoria de debates y acuerdos. Agenda de Desarrollo e Inversión Social en Juventud. Recuperado de: Organización Iberoamericana de la Juventud (Sitio Oficial)